El tercer disco de Paquete de tres no sorprende, pero tiene varios gratos elementos.
Se trata del tercer disco del proyecto musical que armó Nando Canata cuando dejó de ser el guitarrista de Jóvenes Pordioseros. Y un gesto saludable es que evoluciona en una línea muy distinta a la que desarrollaron sus ex compañeros. Paquete de tres se maneja ágilmente en un hard rock de guitarras en permanentemente primerísimo primer plano, rock rezongón bien americano. A lo largo de la placa continúan internándose en el rock and roll cuadrado y honesto, aunque con muchos arreglos, que mostraron en sus primeras placas. A veces es más de bar, a veces parece más para el auto, y casi siempre a cara de perro. De hecho, “Corriendo…” parece una instantánea color sepia de un viaje en Chevy por la Ruta 66.
Nando tiene un registro que se parece un poco bastante al de Ricardo Tapia, cantante de La Mississippi y entona mejor que la mayoría de sus colegas. El sonido de la banda remite un poco a la contundencia limpia de GIT, o quizá al rocanrol de guante blanco de JAF. También hay influencias de todo el rock argentino de los setenta. Y más allá de la preponderancia de las violas, también se destaca la batería, pero más que nada por tocar lo justo y necesario.
El arte de tapa, simplón. Como en sus dos placas anteriores, artística en blanco y negro y alguna foto. Las letras no son gran cosa: bastante trilladas, reiterativas y superficiales. Problemas con el sexo opuesto y necesidad de rock en las venas como temas centrales.
Paquete de tres no sorprende nunca, pero tampoco suena pretencioso. La conjunción del trío de guitarras suena afilado y con eso le alcanza para estar un escalón más arriba que los grupos rocanroleros de la escena actual. Rock accesible, pero monótono como un viaje eterno por una autopista donde cada 500 kilómetros hay un bar con cerveza fría y una mesa de pool… pero pocas mujeres.