Con la superación como impulso primordial, el músico, productor y arreglador presenta la segunda parte de su obra conceptual “Peces de tinta”.
“Es un disco de canciones mías, en donde la guitarra y la voz, que son mis dos principales herramientas compositivas, tienen siempre un lugar de protagonismo a través de la búsqueda sutil de timbres, de espacialidades, de efectos –afirma Juan Pedro Dolce-. Tiene mucho trabajo de exploración en las texturas. Disfruto mucho jugar en mi estudio, me pierdo horas y horas en la búsqueda del sonido que quiero lograr en cada uno de los elementos de la canción”.
¿Qué buscaste contar en este nuevo material?
El sentido más profundo del álbum estuvo siendo pulsado constantemente: la pasión y el amor por la música gobernando la energía desde siempre. El sentido significado en el lenguaje empezó a emerger en los últimos meses de la producción. Dialogando con mi emoción, empecé a encontrar que había una idea clara que atravesaba todas las canciones: el duelo. El duelo entendido como ir a las profundidades para renacer, renovado, transformado. Esas ideas me ayudaron a terminar de darle forma, incluso por ejemplo el orden de las canciones. El disco empieza con un fragmento de una poesía que escribí a mediados de este año, en los meses más duros de la cuarentena: “¿Por qué se caen algunas cosas?”. Y termina con una canción que compuse también este año “Renacerá la poesía”. De alguna manera, es un viaje a través de todo ese proceso complejo y totalmente necesario, de “duelar” lo que ya no tiene que estar, transformar la energía para recibir lo nuevo.
Editaste el volumen 1 a principios de 2019 y la segunda parte a fines de 2020, ¿por qué decidiste lanzar esta obra dividida en dos?
Son dos álbumes distintos, cada uno se puede valer por sí mismo. La idea de nombrarlos como dos volúmenes es que intenté generar un diálogo entre los dos discos, por eso también la necesidad de que salgan a la luz años consecutivos. En muchos aspectos simbólicos y del campo de lo emocional, son algo así como hermanos. “Peces 1” es un poco más luminoso, y “Peces 2” es definitivamente más oscuro. Me estimulaba pensar mientras hacía “Peces 1” que en el próximo disco iba a permitirme navegar mis propias profundidades. Me daba vértigo lo que se podía llegar a abrir ahí, y a su vez lo sentía completamente necesario.
¿Existe alguna diferencia conceptual entre ambas partes o están unidas por un hilo conductor?
El hilo conductor quizás lo trazó mi lenguaje compositivo. Algunas de las canciones de “Peces 2” las compuse mientras producía “Peces 1”. A su vez, siento que “Peces 1” funcionó como puerta de entrada a un nuevo mundo estético, que en “Peces 2” pude sumergirme completamente. Vengo de experiencias grupales muy fuertes. Antes de estos dos álbumes solistas, mi música era esencialmente grupal. Muchos años, más de diez, de conciertos, giras, viajes, ensayos, composiciones, discos, en grupo. Con Castañas de Cajú fundamentalmente, y también algunos años con Bichofeo Trío. Entonces, en lo simbólico, con “Peces 1” fabriqué una puerta, y en “Peces 2” la abrí y la atravesé.
Desde tu rol de arreglador y productor artístico, ¿cómo ves a la movida emergente y a las bandas que llegan para trabajar con vos en tu estudio?
Se están haciendo cosas increíbles, lo veo como productor y como amamante de la música. Hay música muy diversa y potente, mensajes de muchos colores, exploraciones, búsquedas muy personales. Es un momento muy interesante por el avance de la tecnología y las telecomunicaciones. Las herramientas están cada vez más a mano. Cada día están naciendo músicas nuevas. Es un momento de mucha riqueza musical. Eso sí, para encontrar lo personal, lo abierto, lo libre, muchas veces hay que buscar por fuera de los lugares legitimados. Los mecanismos de legitimación tienden, como siempre pasó, a dar visibilidad únicamente a ciertas estéticas, pero si uno se anima a buscar por fuera siempre habrá músicas que nos sorprendan, nos incomoden, nos permitan preguntarnos cosas y nos abran algún nuevo camino.