Cristina Scabbia habla de la falsedad en la era 2.0, y explica su dilema entre lo racional y lo espiritual. También recorre la grabación de “Black Anima”, donde jugó con diferentes voces. Reportaje exclusivo.
Llegar a los camarines de El Teatrito, en pleno centro porteño, parece una odisea. Más aún cuando son casi las nueve de la noche y hay que cruzar a oscuras en medio del público, mientras el road manager de la banda -con teléfono en mano- despeja el camino como puede. “Hay mucho ruido, así que espero que la entrevista pueda escucharse”, se disculpa. Luego invita a subir por unas escaleras, flanqueadas por un guardia al costado izquierdo del escenario.
En efecto, la energía de Uncured -el grupo norteamericano, que toca ahora de telonero- hace que el camarín vibre y se convierta en una caja de resonancia. “Pero al fin y al cabo estamos en un concierto de metal, ¿no?”, saluda con una sonrisa Cristina Scabbia, mientras se pone de pie y presenta al resto de la banda.
Tanto la cantante como sus compañeros -el co-vocalista Andrea Ferro, el bajista Marco Zelati, el guitarrista Diego Cavalotti y el baterista Richard Meiz- ya están maquillados y con los trajes de la gira. De cerca parecen prendas pesadas, casi como de la era victoriana. Pero Scabbia explica que están acostumbrados, y lo toma como un gaje más del oficio. Se le nota el entusiasmo: aunque el día esté particularmente caluroso y sean mediados de febrero, nadie transpira una gota.
Esta es la quinta visita del grupo italiano, que vendió millones de discos en todo el mundo y que antes tocó en salas como El Teatro de Flores, Vorterix y Groove. Obviamente, ninguno imagina que -en pocos días- Italia se convertirá en el centro de la pandemia del Coronavirus. Esas preocupaciones parecen lejanas y de otro mundo, así que volvamos a la vida pre-cuarentena.
Mientras sus compañeros hablan alrededor de una mesa ratona, Cristina se sienta en un sofá y cuenta sus primeras impresiones de la gira, que ya pasó por Brasil. “Arrancó genial, estuvimos contentos de volver. El público fue increíble, y encontramos fans muy leales esperándonos. Disfrutaban tanto de las canciones y gritaban tan fuerte… que a veces no podíamos oírnos a nosotros mismos -se ruboriza-. Fue mágico, así que no puedo esperar a subir a este escenario dentro de un rato”.
Aunque en el ambiente se siente esa “ansiedad positiva” que precede a un concierto, es notable la tranquilidad del grupo. Parece mentira que esos tipos serenos, que ahora miran sus celulares o conversan templadamente, sean los mismos que vayan a dejar en el escenario hasta lo que no tienen. La tranquilidad se debe a un profesionalismo de más de 20 años, pero también a que salen a la cancha con el partido casi ganado: “Black Anima” (2019, Century Media) fue elegido como uno de los mejores discos del año pasado, e ingresó a los charts de Italia, Estados Unidos, Suiza, Inglaterra, Canadá y otros tantos.
Para el álbum, Lacuna Coil ensanchó su propuesta y llegó a un sonido más extremo. En “Delirium” (2016) ya habían explorado los horrores de la vida cotidiana, pero las nuevas letras los profundizan y tocan conceptos como la pérdida, la depresión y la falsa felicidad de los medios e influencers. Básicamente, la premisa de que “no es necesario sonreír siempre” ni proyectar una vida ficticia.
-¿Por qué creés que, en la “era de la diversidad”, nos siga costando mostrar nuestras miserias?
-Porque lo que la gente quiere mostrar en las redes sociales, aún más hoy, es la mejor parte. Y muchas veces, ni siquiera existe: todos quieren parecer lindos, felices, ricos y populares, que pasan un buen momento… cuando en realidad son muy tristes y viven momentos difíciles, y no saben cómo compartir su amargura. Para nosotros es muy importante hablar de esto, porque lo experimentamos en primera persona. Con “Delirium” pasamos por el período más complicado de nuestras vidas y sufrimos un montón de pérdidas, sobre todo de familiares. Por eso, “Black Anima” significa un renacimiento. Después de haber pasado por toda la mierda, es nuestra forma de pensar: “Salimos de aquello, y estamos más fuertes que antes. Transmitamos esa experiencia”. Aunque escribamos para nosotros, sabemos que hay muchos escuchando lo que tenemos para decir.
-En “Under The Surface” hablan de eso, y en varias entrevistas contaste que cuando te sentís mal, escuchás música aún más triste o melancólica. ¿Por qué creés que ahí buscamos todavía más oscuridad?
-Bueno… la música es una rara, porque no la podés tocar ni agarrar, y no sabés cómo funcionan tus sentimientos cuando escuchás cierta canción o artista, que genera algo inexplicable en tu alma. Es verdad que cuando estoy mal me llegan las canciones más deprimentes, porque me siento mejor después de tocar fondo. Me gusta llorar y sacar lo negativo, largar toda la presión. A mí me funciona. Y también porque prefiero la música oscura, la que realmente me hace sentir algo (se ríe).
ENTRE LA RAZÓN Y LAS CREENCIAS
Una de las inspiraciones del disco fue el libro “La Física de los Ángeles”, de Rupert Sheldrake y Matthew Fox. Ahí, un científico y un teólogo discuten sobre los seres celestiales y su realidad terrenal.
-Cristina, hace un tiempo dijiste que sos una persona 80% científica y 20% espiritual. ¿Por qué creés que es importante conservar ese lado místico?
-El porcentaje realmente varía, porque también depende del caso. Pero hace unos años perdí a mis padres, y obvio que mi parte espiritual espera que estén todavía en algún lado, alrededor mío. Creo en la energía, así que pienso que se transformaron en “algo más”. Aunque como no lo sé, mi lado racional se pregunta “qué sigue”, y por qué todos hablamos de la vida después de la muerte. ¿Es porque existe, o porque necesitamos creerlo? Me hago un montón de preguntas, y cuando hablo con algún creyente, no me da respuestas coherentes. Siempre me dijeron que tenía que creer “porque sí”, ¡y no me basta! No es que no quiera, todo lo contrario: desearía que hubiera algo más, pero mostrame pruebas. Los científicos me dan explicaciones, como por ejemplo por qué este vaso se cae al piso (agarra una copa de plástico). Me explican que es por ciertos principios físicos, así que no me convence que haya cosas “incomprensibles”. ¡Tiene que haber alguna razón! (risas). Ahí sale mi parte lógica.
-Pero está bueno no saber qué pasa después de la muerte, porque viviríamos sugestionados, y es algo que abordaron en “When A Dead Man Walks”. ¿Qué creés que pasaría si, en efecto, supiéramos qué sigue?
-(Piensa). No sé. Que se compruebe la vida después de la muerte cambiaría las cosas, porque diríamos: “Bueno, no importa lo que haga hoy”. No estaríamos con miedo a la muerte, ni conscientes de nuestra finitud. Sería muy terrorífico saber cuánto tiempo nos queda. Pienso en los enfermos terminales, y debe ser espantoso asimilar que tenés poco de vida. Me asusta muchísimo. Cuando sabés que hay un “final”, reconsiderás tu tiempo y tomás decisiones inteligentes. Disfrutás cada segundo que te queda, porque entendés que va a terminarse.
-Con “When A Dead…” armaron una historia de tres partes, que termina en “Comalies”. Y aunque la prensa y algunos fans piensen que los discos de Lacuna Coil son conceptuales, no es del todo cierto. ¿Por qué creés que pasa?
-Es verdad Nunca hicimos una obra con canciones que se conecten y que sigan una trama, pero cuando escribimos, nos gusta pensar en un tópico en común que las agrupe. Digamos que nos gusta planear un disco, en vez de temas sueltos. Ahora es común sacar un single y olvidarse del resto. Nosotros somos de la vieja escuela, y nos gusta tener algo que pueda disfrutarse de principio a fin. Comparten la misma energía y tienen un sentido, pero no son 100% conceptuales. Igualmente, si alguien piensa eso, no está mal. Preferimos componer cada disco como una película, y por eso cambiamos nuestro vestuario todo el tiempo: porque son partes distintas de nuestras vidas. Estamos diciendo algo diferente, experimentando otras cosas y creciendo como personas, y volcamos todo en la música.
-Supongo que la imagen es todavía más importante hoy, porque hay que pelear contra Netflix y todas las distracciones de la vida cotidiana. No alcanza con ser buenos musicalmente.
-¡Es verdad! Las cosas cambiaron por completo. Ahora escuchás que algunos artistas ganan discos de oro… pero sólo por los streamings (risas). Para mí no podés compararlo con a ir a una disquería y comprar el CD, o encargarlo online. No es lo mismo.
LAS MIL Y UNA VOCES DE CRISTINA
En “Black Anima”, Scabbia cambia de registro más que nunca, y muchas veces en la misma canción. Por ejemplo, en “Anima Nera” pasa de su voz limpia a un susurro angelical y oscuro.
-Antes no querían ampliar tanto el espectro, porque tenían miedo de perder su identidad. Creo que se despojaron de eso, ¿no?
-Sí. Y no es que estaba asustada, sino que sé muy bien lo que representa Lacuna Coil. Sería muy injusto meter todo lo que escuchamos o lo que nos influencia. Es un proyecto de vida compuesto por nosotros, pero a la vez es un ente propio. Sería injusto hacer algo que no remita a la banda, y honestamente, no va a pasar. Este estilo nos sale muy espontáneo, y si metiéramos algo tecno, dejaría de ser Lacuna Coil. Volviendo a la pregunta: con mi voz es complicado, porque somos dos cantantes y tenemos que compartir las partes. Y abajo de eso hay música muy heavy, así que las voces deben combinarse muy bien. Hay texturas por todos lados. Pero en “Black Anima”, por las canciones y el tópico, quería jugar y meter otros elementos. Que hubiera tonos diabólicos, por ejemplo. A veces incluso canté casi como un hombre, y en “Veneficium” grabé una parte medio gregoriana o lírica. Puedo hacer voces muy fácilmente, y mis amigos se ríen porque imito bien a la gente (risas). Entonces nos preguntamos: “¿Por qué no lo hacemos en las canciones?”. Como funcionó, lo dejamos.
Ese sentido del humor también fue una constante en la carrera de Lacuna Coil. Por ejemplo, los temas de “Unleashed Memories” (2001) originalmente tenían nombres de Los Simpson. “¡Es verdad! -se ríe la vocalista-. Marco fue siempre el productor interno de la banda, y a las primeras versiones les ponemos nombres aleatorios, más allá de la temática”. Cuando Cristina es consultada sobre sobre los títulos provisorios de “Black Anima”, le pregunta a Marco en italiano. “Dejame que averigüe con el jefe”, añade. Y al rato responde: “No, me dice que esta vez fueron genéricos y en línea con el estilo de cada tema. No hubo nada relacionado a Pokemon”.
En el camarín, el road manager acerca un balde de bebidas energizantes. Mientras, desde el escenario siguen llegando los ruidos: ahora, Uncured redondea su set con “Roots”, de Sepultura. Pero Scabbia y sus compañeros siguen tranquilos, a diferencia de lo que debe haber sido el “119 Show”, uno de los conciertos más complejos de su carrera.
En ese recital -que se dio el 19 de enero de 2018, en Londres, y fue lanzado en DVD-, el grupo sumó a artistas circenses y jugó con puestas en escena sorpresa. De más está decir que debe haber sido muy complicado mantenerlo en secreto en la era de la hipercomunicación. “Sí, fue un proceso muy estresante -admite Cristina-. Nos llevó meses encontrar todo, elegir el lugar que nos permitiera meter tantos elementos y materiales (el O2 Forum Kentish Town). Andrea y yo viajamos a Bristol de antemano, porque el circo es de ahí, así que ensayamos algunas partes y nos familiarizamos con el fuego. En un momento me elevaba con un arnés, y nunca había hecho algo así. Por ende tuve que probarlo, pero lo loco fue que no pudimos ensayarlo al 100% hasta el mismo día”.
-Además, debía ajustarse todo para el DVD.
-Exacto. Los camarógrafos tenían que conocer cada break, saber cuánto nos llevaba cambiarnos la ropa, cómo eran las luces, qué hacían todos los performers… hubo muchísimos mails, reuniones y decisiones para tomar, empezando por el setlist, porque queríamos representar la historia de Lacuna Coil. Y con 20 años de carrera, no es fácil elegir las canciones correctas. Incluso a algunas tuvimos que “recrearlas”, porque habían sido grabadas de forma analógica, y no teníamos las pistas instrumentales. Marco tuvo que reescribir dos o tres canciones, y nosotros sumar las voces. Fue un proceso largo, pero cuando terminó nos sentimos muy aliviados de que todo haya salido bien y de que a la gente le haya gustado.
-Por último: la libertad es uno de los tópicos constantes de Lacuna Coil. ¿Cuán libres podemos ser actualmente, considerando lo que pasa alrededor?
-Es una pregunta interesante, porque pienso que nuestras decisiones todavía están restringidas. Pienso que algunas reglas son necesarias, porque vivimos en comunidad, y necesitamos regirnos por códigos para respetarnos y no hacerle mal a los demás.
Y finaliza: “Pero opino que mientras que seas atento, sos libre de vestirte como quieras y creer en lo que te plazca. Siempre que no interfieras con el otro, deberías poder hacer lo que fuera”. Esas palabras están en sintonía con lo que el grupo transmite desde “In A Reverie” (1999); y en tiempos tan complejos, representan algo más: una verdadera declaración de principios.
Lacuna Coil lanzó “Black Anima” en octubre de 2019, a través de Century Media. También fue editado en la Argentina, y está en todas las plataformas. Además, el año pasado se publicó “Nothing Stands In Our Way”, el libro oficial del grupo.